martes, 22 de diciembre de 2020

Recortes Cinéfilos

 Edward Scissorhands. Tim Burton (1990). 



¿Qué ve una niña de 8 años en “Eduardo Manostijeras”? Ve magia, un ser extraño de corazón puro, alguien que protege a quienes quiere y no daña a la comunidad que lo acoge. También distingue la nieve y el color, los amigos que se tornan enemigos, un amor puro, un desenlace terrible y, finalmente, el olvido. 


30 años después de su estreno vuelvo a ver esta película por Navidad, porque quiero darle un propósito especial a estas fiestas y buscar en el cine refugio y alimento. Me he creado un ciclo para echar a volar junto a personajes tan queridos. 


Quiero recordar que todo se puede inventar - incluso el corazón de un hombre -, sostener que la bondad nos acompaña, a pesar de que un año así me tiente a ser descreída, a volverme cínica y productiva, a creerme cansada sin remedio y a apagarme consumiendo datos e inertes objetos. 


Pero hay motivos para la alegría. Hay razones para el embelesamiento. Siempre los hay, solo debo asomarme a las ranuras de lo cotidiano y, si me despisto, abrir las ventanas de la fantasía y dejarme llevar por el céfiro de personajes como los de Burton. 


Qué gozada que nos tratara a los niños y niñas tan en serio, que nos permitiera aflorar a la vida desde el ensueño, con ternura y violencia, con acogimiento y rechazo, con amor y soledad. Porque donde una niña veía magia, una adulta observa diversidad, la aceptación del diferente, de lo distinto como singularmente bello; donde una niña advertía un ser extraño de corazón puro, una mujer percibe un hombre cándido y esencial, que no quiere más que amar y ser amado. 


Ante migrantes, personas con diversidad o con enfermedad mental, gentes de distinta raza y procedencia… ¿Somos Peg - esa gran madre acogedora y amorosa -, somos Kim - llenos al principio de prejuicios y miedos pero finalmente desarmados ante tal candorosa humanidad - o somos el resto de la comunidad que los utiliza y después los criminaliza y los margina? ¿Quiénes somos ante el diferente? ¿Cómo nos ofrecemos a quien nos necesita?


La Navidad, el descanso, el final de año, nos permite pensarnos, replantearnos y redirigirnos hacia coordenadas más sanas y generosas, más sencillas e ingeniosas. No se trata de zambullirnos en ruido y ansia consumista, sino de renacer para el nuevo año, de imaginarnos más tolerantes, más fértiles y diversos en comunidad. De mirarnos, escucharnos y abrazarnos. Y para eso, la fantasía, siempre nos mostrará un camino posible. 

lunes, 20 de abril de 2020

Las Plantas



La ventana está abierta y escucho el pitido del autobús. 
Hay cosas que son realidad. 
Oigo los coches que siempre pasan por debajo de casa. 
Existen. 
Veo las banderas del vecino en su balcón. 
Ondean con el viento. 
Viene mi marido por el pasillo. 
Lo quiero. 
Me cuenta que está algo agobiado con el proyecto sobre la depresión que está elaborando. 
Se asoma al barrio, se desahoga y vuelve al estudio a trabajar. 
Me maravilla cómo esta pequeña persona puede soportar sobre sus hombros tanto dolor. 
Me emociona toda la humanidad que desprende. Cuánta ternura. 
Hoy me he levantado con un nudo en el pecho. 
Me echo a llorar. 
Siento que los hijos no vendrán. 
Me duelen las muertes. 
Me dejo estar. 
Las plantas que tengo a mi lado y bajo el alféizar de la ventana me recuerdan otra vez la verdad. 
Que hay vida. 
A pesar de nosotros, además de los sueños, más allá de invenciones y torturas humanas. 
Solo Aire. Agua. Tierra. LUZ. 
Cuando no estemos seguirán las estrellas su camino. 
Nuestro fuego es fugaz. Lo sentimos divino. 
No quiero morir. Respiro. 
Respiro. 

domingo, 27 de enero de 2019

Spring, Spring, Spring

La Primavera ha sido nuestra
Como una victoria.

El verano llega en 20 días
Cual binaria esperanza de luz y brisa.

Cuánta normalidad
Cuánta algarabía
Cuánta prisa.

Y, sin embargo,
Veo la luz de la mañana
Y la estrella de la tarde en tus ojos
Y todo cobra vida.

Vida como sentido,
Vida como alegría,
Vida como miedo. 

(¡Que no se acabe 
porque conjuraré 
todos los vientos 
para perpetuarla!)

Vida como Mesa compartida.

Vida como pan y rosas,
También espinas y ropas.

Aquí estás tú. Amor. 
Estío de mis días.

lunes, 30 de octubre de 2017

Nada

Nada que escribir 

No tengo nada 

Un año 

Nada

Pero no es verdad

¿En qué terrible cancerbero de mis ideas me convierto? 

No me concedo más que la rutina 

Pero sé lo que es soñar 

Mucho

Todo 

El brillante empeño de lo cotidiano

Veo la vida 



lunes, 5 de septiembre de 2016

Estío

Eran dos y su felicidad salada.

         Silencio y Atlántico.


Eran dos y su sed de nada más. 

         Silencio y Poniente. 


Eran dos y su infinito lapislázuli.

         Silencio y Siesta.


Eran dos y su rozar sinfín de arena.

         Silencio y Desierto. 


Eran dos y su isla nunca vacía. 

         Silencio y Abrazo. 


Eran dos y su despertar. 

         Silencio y Portugal.



martes, 14 de junio de 2016

La Cocina

Mi amor está descalzo en la cocina.
No necesito mucho más.

Ni siquiera grandes poemas para cantarlo. 
Su caricia es concreta y real.

Recuerdo su olor al acercarme a él.
Me recubro de una feliz certidumbre. 

Él me quiere.
Yo lo quiero a él. 

Parece muy chico esto...
Pero he aquí la inmensidad de la vida. 
Su rotunda energía. Su veracidad.

jueves, 26 de mayo de 2016

Carta a amama Vicen



Vicenta Laña Valtueña. 

Vicen, Vicentilla, Amama Vicen, Amama, La Vicenta.

Decía la prima Leo el lunes, el día de tu muerte, que eras muy buena pero muy rara. 

¿Qué es ser raro? Todos lo somos un poco, ¿no? ¡Lo que tenías es mucho morro!

Te recuerdo ya mayor, amama, pero siempre NIÑA.

Una niña grande, como una menina de Velázquez, jugando a los seises con Nicolasito Pertusato.

Una niña que cantaba a todo pulmón para no escuchar la tormenta a su alrededor.

Una niña que tenía secretos y una mejor amiga, la Tiri, con quien se los llevaría a la tumba.

Una niña con su hermana pequeña pegada del brazo, cada cual asomando un poco más la dentadura para llevarse el pastelito ganador.  Ella todavía vive, no lo olvidamos.

Eras una niña que cataba un trocito de cada ajeno plato, como si tuvieras la sensación de que los demás disfrutaban de algo mejor, y la firme determinación de que no ibas a quedarte sin saber qué era aquello.

Una niña entre mágica y maldita, que regalaba caramelos, como una píldora de alegría.

Tocabas toda la fruta con tus manos antes de comprarla, ¿estarías buscando la manzana del cuento?

Nadabas, cual bruja marina, y entre agua salada y ácidos limones curtiste una piel que te tensó la vida 94 años.
Conocías a todos, y todo Sestao te saludaba, y es que cómo te gustaba la calle, supongo que en casa te sentías un poco enjaulada.

Pero del abono con el que se cubrió esa celda, que no eras más que tú misma, brotaron tres hermosos robles, con el tronco agrietado, pero bien arraigados a la tierra, que hace años se convirtieron en cinco. A su abrigo estamos creciendo, bellos y fuertes, tus seis nietos. Estate tranquila.

Decía Rilke, que la patria del hombre, de la mujer, es la infancia, y tú, a tus nietos, nos regalaste una mirada perpetua de niña verbenera. Tu casa, tu abrazo, fue mi infancia. Tu regalo: la alegría.

Por todos tus aciertos, tus errores, tu escandalosa humanidad, he aprendido que hacerse mayor es necesario, para vivir en paz con la vida, pero que en ese camino, nunca debo soltarle la mano a la niña que fui, a la que siempre fuiste tú. Porque la difunta no vuelve.

Así que, vivamos intensamente el aquí y el ahora, brinquemos a cada paso, disfrutemos y cuidemos de lo sencillo, de los demás. Apasionado vivir, tú me lo hiciste ver así.

Gracias, amama. Agur. 
Eider Zaballa Ruiz (Sestao, 25 de mayo de 2016)